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“Papá, mamá, ya no aguanto ir al colegio y no hay otra manera para no ir”



El pasado mes de Octubre, Diego, de tan sólo 11 años se quitó la vida no sin antes despedirse de sus padres y pedirles perdón por lo que iba a hacer. Su sufrimiento era insostenible y faltaron recursos emocionales para evitar la tragedia.

Diego sufría Bullying.

Era acosado en su entorno escolar de manera continuada; agresiones físicas, insultos, vejaciones, coacciones, desprecio. Demasiada presión, demasiado miedo.

Padres, madres y profesorado me preguntan; ¿cómo puedo detectar si mis hijos están sufriendo Bullying si no cuentan nada en casa?, ¿Cómo diferenciar una simple pelea de niños de algo más grave?

Es normal que cueste tanto detectar lo que sucede porque pasa lejos del mundo de los adultos.

Es un espacio reservado para las tres figuras que participan de diferente manera en este duro acoso que puede condicionar para siempre la vida de todos: la víctima, el acosador y el espectador.

¿Qué le pasó a Diego para llegar a ver como única salida terminar con su vida?, ¿qué les sucede a los miles de niños que sufren Bullying en nuestro país, ¿y a los que lo ejercen?, ¿y a los que lo ven?

Permitidme que lo analicemos con calma, caso por caso en diferentes entregas. Merece la pena dedicar un espacio único a cada una de las partes implicadas.

Que sirva esta reflexión para elevar consciencias sobre la importancia de este fenómeno que genera tanto dolor cuando no tenemos las herramientas para detectarlo, compartirlo y gestionarlo en pro de encontrar soluciones para reconducir la situación y poner freno a tanto dolor emocional.

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