“Otra vez insultos y empujones, ¿qué hago?”
Os comentaba en el primero de los artículos sobre Bullying que el espectador es una de las tres figuras que configuran el acoso escolar.
Las víctimas y los acosadores están directamente involucrados mientras que los espectadores deciden mantenerse al margen de la situación como mejor opción para ellos.
Lo hacen de maneras diferentes; ignorando intencionadamente lo que ocurre, presenciando el acoso sin hacer nada o pensando que “afortunadamente no me está pasando mí”. En realidad también son partícipes aprobando los hechos con su indiferencia.
Y de nuevo surge la pregunta: ¿por qué prefieren quedarse a un lado viendo como un compañero sufre y otro abusa de su poder?
La respuesta está en un escaso desarrollo de sus habilidades sociales que son junto con la regulación de las emociones, verdaderos recursos para afrontar todo tipo de situaciones en las que tengan que ver otras personas.
Puede que la confianza en sí mismos esté mermada junto una autoestima descolocada. Con poca asertividad no se ven capaces de decir lo que piensan, limitándose en su propia comunicación y siendo víctimas a la vez de un conflicto interno que consiste en pensar que deberían hacer algo y no lo hacen. La dependencia emocional hace que este tipo de habilidades se encallen a una temprana edad.
También ellos sufrirán las consecuencias de su falta de recursos emocionales. Se convertirán en “la mirada que ve y la boca que calla”. Consolarán, se compadecerán y no harán nada para luchar contra la injusticia y el dolor del otro. Y peor aún, internamente sabrán que pudiendo haber hecho algo decidieron mirar hacia otro lado.
Al final, en menor o mayor medida, todos son víctimas del Bullying y necesitan de nuestro apoyo para comprender, asimilar y tomar partido ante los acontecimientos. No vale girar la cabeza ni cerrar los ojos. Evitemos que algo así se convierta en un patrón de conducta de estos jóvenes que también sufren.